HOY RECIBO

Este blog nace para ver si soy capaz, por fin, de terminar mi novela. Y sólo os pido que valoréis lo que aquí vaya apareciendo, que opinéis sin dejaros nada en el tintero. Cualquier palabra será siempre bien recibida. Saludos.

miércoles, 6 de junio de 2007





Me siento inútil. Pequeño. Engañado. Sobre todo engañado. No por nadie; ni por nada. Sino por todos; por todo. Engañado por mí mismo, por mis ilusiones y esperanzas. Me siento traicionado, y defraudado. Siento que no me queda fe en nada. Siento que la única constante a lo largo de mi vida ha sido la pérdida de tiempo, la inutilidad de los días que pasaban, inútiles, uno tras otro.
Ya sé que quizás he pecado de ingenuo confiando en la vida, en lo que vendrá. Pero no. Nunca he confiado en la vida, nunca he esperado nada. Aún así, me siento engañado. Engañado, supongo, porque siempre he creído que en algún momento hallaría un por qué, una razón, una causa, sea cual fuere. Pero no. No hay nada. Todo es una grandiosa y vacía inutilidad. Un insulso devenir sin rumbo, sin cauce, sin fin. Un infinito tío-vivo sin música ni caballos, al que nacemos encadenados y en el que estamos condenados a vivir.
No podemos escapar. No podemos elegir. Nuestro destino es inamovible. No merece la pena ningún esfuerzo. No... mejor ni siquiera pensar en ello. Mejor dejar que el subconsciente se adormezca; que mis pensamientos dormiten lejos de mis fantasmas. Mejor que el sueño invada mi alma. Al fin y al cabo, mañana será otro día. Ahora es mejor dormir...



I

El calor sofocante y sudoroso me hace sentir como un enfermo delirante en espera de la muerte. Mis pensamientos se agolpan y se entrecruzan en visiones alucinógenas e irreales, mientras mi cuerpo se retuerce vomitando sudor por todos sus poros.

Calor.
Angustia.

Sábanas. Lápidas que no me permiten respirar. Gritos mudos.

Agónico silencio.


Camino por un desierto de cristales rotos, que mi cuerpo atrae como un imán. Dolor, punzante dolor, rasgante dolor. Cristales que desgarran mi alma haciéndola pedazos infinitos, que se confunden en un mar de cristales doloridos.
Calor.
Calor sofocante.

Y sudor. Sed. Agua. Más sudor. Más sed.

El delirio febril se apodera de la habitación. Una habitación sudorosa, una habitación que transpira líquidos pegajosos y repugnantes. Calor. Calor y sed. Lengua arenosa. Boca llena de cristales rotos. Mar de sudor, de arena, de cristales. Mar y yo. Desierto.

Sueño, sueño, sueño...